19.12.12

Memorial

No me gusta pasar solo los días de lluvia. No sé si será por cobardía o porque los días así me quedan grabados en la mente como si fueran tan únicos e irrepetibles como un concierto o una madrugada. Me traen recuerdos de hace un par de años, llenos de abrazos e imágenes que nunca volveré a repetir y que añoro con pena y el arrepentimiento de no haberlos sabido disfrutarlos en el momento. Echo la mirada atrás y me arrastra una avalancha de buenas memorias cargadas de alegría y nostalgia, de abrazos, besos, de parques, de fotografías, de viajes, fiestas, risas, felicidad. No sé si será normal añorar el pasado más que el presente, aún más cuando el futuro se ve borroso y difuminado. Me hunde la idea de saber que todo segundo que pasa ya es pasado, dejado e irreconciliable. Que todos los momentos que alguna vez vivimos son tan únicos y precisos en el tiempo que la sola idea de no poder volver para vivirlos una y otra vez me embriaga de nostalgia y algo de desesperación. Pero será que ahí radica lo hermoso de los recuerdos, quizás si pudiéramos volver en el tiempo los momentos perderían su valor y no sabríamos recordarlos con nostalgia ni  sabríamos contemplar el paso de los días. Sin embargo tampoco soy capaz de tomarle el peso real a los momentos reales, esas fracciones de segundo que en un año o diez recordaré por fotos mientras sonrío con tristeza preguntándome donde quedaron esos segundos. Berlin, París, Budapest. Todo lo recuerdo con la lluvia, los viajes en tren, dormir de madrugada apoyado en la ventana mientras el sol tibio te golpea y te despierta lentamente mientras recorres la orilla de un río por viejas líneas y estaciones. Las calles mojadas y los reflejos de los faroles, la gente corriendo para no mojarse, la cámara mojada, el frío en los pies, la inseguridad de perderse, las calles. Todo se agrupa en un montón de evocaciones hermosas de las que ahora solo quedan huellas en mi mente y en las fotografías que en mi vivirán para siempre.

Tantas son las cosas que extraño y que parecen cada vez más lejanas. Llegar empapado del colegio a la casa, sacarse la ropa en el living, ponerse al lado de la estufa. Enamorarse por primera vez, por segunda, y solo hasta segunda porque no hay una tercera. Llorar los calambres del alma, vivir y reír. Recordar los días y noches de viaje, escuchando Callejeros, Calamaro, reírnos, almorzar, caminar, jugar bajo la luz de la lámpara en algún camping perdido en el sur. ¿Por qué se tienen que acabar todos esos momentos? ¿Cual es la idea que hay en el paso del tiempo? una mierda, porque nos hace vivir del pasado y nos deja un presente pasajero, que luego será pasado, y que añoraremos más que un presente recién llegado. Después de todo, es solo una vida. En esa vida dormimos, queremos, pasamos pena, sed, hambre, alegría, caídas y nos volvemos a alzar. Es una vida que nunca se volverá a repetir, algo único, como un tesoro que solo conoce la gente que nos conocerá. ¿Como podemos permitir un mundo donde una vida, única y hermosa, sea miserable? Donde el conocimiento y la educación no esté al alcance de todos, donde no podamos realizarnos plenamente como seres pensantes, críticos e independientes. Me emputece la idea de que hayan vidas que viven al borde de la muerte mientras yo vivo, ellos viven, nosotros vivimos tan cómodamente bajo el calor de un techo. ¿En qué momento nos volvimos tan insensibles? Me lastima ver animales sufriendo por los actos del hombre, cruel e inhumano, bosques talados, gente muriendo de hambre mientras hay gente muriendo de obesidad. Son infinitas las contradicciones, llenas de terrorismo y sinrazón,

¿como es que nada puede cambiar?


Si resulta que sí
si podrás entender lo que me pasa a mí esta noche,
Ella no va a volver
y la pena me empieza a crecer adentro.