28.3.12

La dictadura nos cagó.

Aquél día amargo de septiembre mataron y pisaron la flor más hermosa que alguna vez creció en Chile. Militares cerdos apuntando sus armas a su pueblo, ¿cuán cerdo se debe ser, para apuntar un fusil a un indefenso? Sangre inocente derramada, sangre roja como la de todxs, cubriendo las poblaciones, las calles, los centros de detención, ciudades enteras. Mentes asesinas maquinando la destrucción y la aniquilación de su gente. Cuentan que los trabajadores de este país alguna vez tuvieron voz y decisión. Cuentan que fueron escuchados por primera vez luego de un siglo de matanza y represión por parte de un estado terrorista. Cuentan que el pueblo al fin pudo sonreír al probar los primeros pasos de una sociedad igualitaria basada en la solidaridad. Aquél día de septiembre, esa sonrisa calló. El imperialismo una vez más en la historia hizo de las suyas, compró un golpe rastrero y traidor, rostros que encarnan lo más asqueroso de la humanidad, aquellos que decidieron la matanza de más de dos mil personas, solo en esta herida franja de tierra. Arrasaron con el hombre de la paz, como dijo un hermoso poeta uruguayo, pero no pudieron acabar con la semilla de aquella flor que alguna vez germinó. Infame aquél que tilde de cobarde al hombre de la paz, a aquél hombre que dió su vida por el pueblo, no por cobardía, si no por dignidad. Cobardía hubiese sido entregarse. Entregar el poder y escapar. Cobardía fueron los Mirage que sobrevolaron La Moneda y la cubrieron de fuego y muerte. Cobardía fueron las cabezas de los generales que traicionaron su palabra al hombre que fue fiel con su gente hasta la muerte. Cobardía fue un golpe de estado, una herida, un disparo, un cuchillo que atravesó hasta lo más hondo el corazón de latinoamérica. El corazón que sufrió por Chile, por Argentina, por Uruguay, por Brasil. Cosecharon con represión un sistema que nos cagó. Que nos cagó con la educación, que nos cagó con la salud, que nos cagó con nuestras vidas. Cosecharon con sangre un sistema tan injusto como la vida que llevamos, que nos hacen llevar. Nos impusieron a punta de fusil sus mandamientos y sus ordenes. Saquearon y allanaron nuestras vidas, nuestros sueños, las esperanzas de un mundo mejor. Intentaron con balas y palos acallar un grito ensordecedor, pero lo único que lograron fue intentar apagar nuestro fuego con bencina. Aquellos generales que alguna vez tuvieron el poder, algunos ya muertos, algunos viviendo de la impunidad, siguen vivos en nuestra memoria. Porque no importa la edad. Siguen tan vivos como las víctimas que dejaron. Son el ejemplo de lo que odiamos con nuestra alma, ustedes nos enseñaron que no hay perdón ni olvido, son los que hoy nos hacen latir el corazón con odio cada vez que prendemos fuego a una barricada y lanzamos una piedra al policía. Nuestrxs compañerxs muertxs, nuestrxs abuelxs, sus amigxs, sus familias, ellas viven en nuestros corazones y jamás serán olvidadas. Pero sepan que ustedes tampoco, pero a diferencia de nuestros compañerxs caídxs, a ustedes los juzgará la historia más tarde que nunca. Pasaran a la infamia por haber regado con sangre, una vez más, la historia de este hermoso continente que para entonces había sufrido como ningún otro.

"Sigan ustedes sabiendo que, mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre, para construir una sociedad mejor. 
 
¡Viva Chile! ¡Viva el pueblo! ¡Vivan los trabajadores!

Estas son mis últimas palabras y tengo la certeza de que mi sacrificio no será en vano, tengo la certeza de que, por lo menos, será una lección moral que castigará la felonía, la cobardía y la traición."

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Si resulta que sí
si podrás entender lo que me pasa a mí esta noche,
Ella no va a volver
y la pena me empieza a crecer adentro.